¿Cómo me afectan las Navidades en la salud?

Antes de Navidades fui a la farmacia, y la farmacéutica me dijo lo siguiente: “Ahora empieza para nosotros la época del año cuando más trabajo tenemos. En Navidades enferma mucha gente.” ¿Qué pasa en esta época del año para que nos afecte tanto en nuestra salud? Para empezar, uno de los factores importantes a tener en cuenta, es que las enfermedades son desequilibrios de nuestro organismo, así como el proceso de recuperación de la homeostasis. Las enfermedades nunca son consecuencia de un único factor. Sabemos que esto es así porque las personas no se enferman de la misma forma, cuando son contagiados por un virus o bacteria. Hay veces que después de una comida familiar unos enferman y otros en cambio se mantienen saludables. Han estado en el mismo sitio y han comido lo mismo. ¿Cuál es la diferencia?

Alguno puede pensar que se trata de las defensas de cada uno. Que unos sean más saludables y otros en cambio más vulnerables. Pero a menudo los que aparentemente parecen vulnerables no presentan síntomas y en cambio los que parecen saludables, sufren la enfermedad. Por tanto, aquí empezamos a sospechar de algo más que habitualmente no tenemos en cuenta. En este mundo en el que vivimos se le da importancia a lo visible, bajo una influencia científica. ¿Pero que pasa con lo que no es visible? ¿Con las emociones? ¿Cómo las vivimos?

Lo que está claro que cada experiencia es vivida por cada individuo de forma diferente y que en navidades afloran nuestros miedos más profundos. Nos acercamos a nuestro mayor condicionante emocional, que es la familia. En esta época nos juntamos a las personas que más nos han condicionado en ese primer paso de adaptación a este mundo, por lo que nos afloran todas las lealtades familiares, creencias y compromisos que aún siguen vigentes. No importa si nos juntamos físicamente o no con la familia. Nuestra mente se encontrará reviviendo todos esos condicionantes. Y quizás sintamos que no los vivimos en tensión, sino que nos relacionamos en armonía, pero seguramente no seamos capaces de percatarnos de esos estreses emocionales. Los hemos vivido durante tantos años, que los sentimos con total normalidad.

Alguien puede pensar, por que pueden ser este tipo de vivencias los detonantes de muchos desequilibrios. Pues la razón es sencilla. Nacemos a este mundo de forma totalmente limpia y sin condicionantes. Desde el momento en que empezamos a formarnos en la barriga de nuestra madre entramos en un proceso de adaptación a las necesidades familiares, siendo de vital importancia también el parto y los tres primeros años de cada persona, que es cuando se nos transmite el Proyecto Sentido. En esta etapa nos influyen los estados emocionales y sentimientos de los familiares, y aprendemos a adaptarnos a todos estos condicionantes. Estas necesidades familiares, vistas desde el nido familiar, parecen normales, pero desde el exterior se observan condicionados.

Siguiendo el proceso de individuación, las personas, al saltar del nido familiar, nos percatamos que aún necesitamos integrar muchas habilidades sociales y emocionales. Aún eligiendo este camino del desarrollo, el ritmo y dirección de cada persona son diferentes. Y puede haber ámbitos en los que no realicemos ningún cambio. Muchos comportamientos se nos quedan anclados en recursos emocionales de la infancia. A todo esto, le tenemos que sumar otro factor más. Como padres y madres, ejercemos un comportamiento de superioridad con respecto a los hijos e hijas. Dar ordenes, decirles lo que deben hacer, prohibiciones…Olvidamos que, para convertirnos en maestros, cada cual debe tomar y vivir sus propias decisiones.

Teniendo en cuenta todo este cóctel y aún siendo de forma inconsciente, vivimos las navidades de forma estresante. Ese nerviosismo percibido interiormente, nos lleva a vivir la navidad de forma desequilibrada. Comprar regalos, comidas abundantes casi a diario, consumir alimentos selectos, vestir ropa glamurosa y asistir a diversas fiestas… Todo lo externo ha de ser perfecto y exitoso, ya que en nuestro interior sentimos un profundo nerviosismo. Las comidas son indicios de nuestro desequilibrio. No somos capaces de comer y beber solo lo que necesitamos.

Nuestra tensión emocional interna nos lleva a comer sin parar, sin masticar adecuadamente, muchas veces tragándolo directamente. En los momentos de tensión, acompañamos el nerviosismo con un trago o un bocado. ¿Somos conscientes de las emociones con las que tomamos cada alimento? En muchas culturas mientras se come no se habla. Se pone la conciencia en aquello que se come y se bebe, sintiendo gratitud y amor. No hay prisa en tragar. Ingerimos la mitad de aire y lo que ingerimos pasa al estomago bien masticado y bien mezclado con la saliva. El estrés emocional nos impide realizar todo este proceso de forma correcta, sumándole además un agarrotamiento abdominal e intestinal.

Las Navidades tienen una celebración autentica. El solsticio de invierno. En él se celebra el renacimiento del sol, pero se nos olvida que es una celebración de introspección. El solsticio de verano celebra que el sol se encuentra en lo más alto y la llegada de las cosechas, por lo que las celebraciones copiosas corresponderían al verano. En invierno en cambio es el momento de reencontrarnos de nuevo con nosotros mismos y para encontrar nuestros nuevos propósitos para el año nuevo.

Por tanto, me gusta vivir las Navidades como una época de cambios y aprendizajes. Es el momento de conocernos y la oportunidad de conectar con nuestras necesidades. Nos brinda la oportunidad de consolidar nuestras relaciones de forma auténtica, permitiéndonos mostrar de verdad quienes somos y lo que necesitamos a las personas que nos rodean. Jesucristo al nacer nos trajo una nueva forma de entender el mundo. Una nueva forma de vivir. Trajo un cambio en la forma de entender el mundo que tenían hasta el momento las personas y una nueva adaptación a las nuevas necesidades. Un cambio que en un principio puede resultar conflictivo, pero que a posteriori, una vez que cada cual se encuentra en coherencia consigo mismo y cuando los de su entorno son conocedores de ello, se convierte en relaciones de amor y respeto.

Se nos olvida que nuestra realidad física, es un mero reflejo de nuestra alma. Si nuestro cuerpo en Navidades se enferma, no nos olvidemos que se trata de un aviso. ¿Qué me quiere decir? Nuestra alma nos está diciendo que algo no va bien. A continuación, se nos presentan dos opciones. La primera, sería la de sanar los síntomas y seguir adelante sin realizar ningún aprendizaje. Esta opción es muy usada en esta sociedad. Y la segunda, sumando todo lo de la primera opción, atender nuestras emociones, escuchándolas y entendiéndolas, para hacer aprendizajes. Estos aprendizajes no solo pueden venir a través de cambios de comportamientos, sino que pueden traer cambios de entorno, de creencias, de valores y hasta de quienes somos bien física y espiritualmente. Cuanto más profundos los cambios, la influencia y sus beneficios serán mayores.

Tras leer el articulo alguno podrá pensar que la familia es la culpable de todos nuestros males. Pero a mi me gusta percibirlo desde un punto de vista más enriquecedor. Aún siendo las relaciones familiares realizadas desde el amor, el odio o el interés, podemos recordar que las personas de nuestro entorno solo son espejos de nuestros problemas. Problemas que tenemos sin gestionar y resolver en nosotros mismos. La resolución de esos conflictos puede ser variada, como por ejemplo mejorar la comunicación, la comprensión, la anulación de relaciones, etc. y si o si el respeto a uno mismo.

Por tanto, hasta podemos sentir gratitud por el reflejo, y a continuación nos brinda la oportunidad de conocernos mejor. Estos cambios, cuando están en conexión con nuestro verdadero ser, nos conducen a una paz interior. Cualquier cambio interior, producirá cambios en el entorno. No obstante, sintiéndonos en paz no hay conflictos insuperables. Forma parte del constante movimiento de la vida. Y el poder ser más autentico consigo mismo y el saber expresarlo, nos lleva a una nueva y esperanzadora vida.

Por tanto, tenemos un año por delante para poder hacer un aprendizaje con el cual dar la bienvenida a las próximas Navidades de una forma diferente.

¡¡¡Buen viaje y Feliz año nuevo!!!